UNA QUERELLA 69
benéficas lágrimas; serenó su semblante, ensayó en el espejo una sonrisa y fué á reunirse ásu prima, que lo llamaba por que era hora de partir.
Poco despues, en uno de los mas visibles palcos de primera, vióse en compañía de las dos mas bellas jóvenes de la fiesta, al leon de los salones, al codiciado ensueño de las hermosas, que desde luego hiciéronlo el punto de mira de sus gemelos.
En cuanto á Enrique, parecióle Alina la muchacha mas linda que hasta entonces habian contemplado sus ojos. El recuerdo de la indiscreta revelacion que poco antes le habia hecho su prima, halagó su espíritu; díjose que seria altamente descortés el no ofrecer á esa deliciosa niña algunas flores de galantería; y pensando ademas, que debia castigar y olvidar, dióse á obsequiarla con lisonjas apasionadas, que llegaban al corazon de la jóven transformadas en ondas de ventura.
Quien hubiera observado aquella noche á Enrique, habria notado que su actitud era violenta, y forzada su sonrisa; y que frecuentes distracciones absorvian su mente y le cortaban la frase. Mas sus compañeras, la una interesada en creer, la Otra demasiado ocupada de sí misma, juzgáronlo apasionadamente enamorado, y él mismo embriagado con sus propias palabras, comenzó á sentir en ellas un éco de verdad, y cuando salió del teatro dando