delante atrás; las antenas ejecutan primeramente algunas lentas oscilaciones; después se estremecen los tarsos anteriores y participan del estado oscilatorio; luego entran en juego los tarsos del segundo par, y en último término los del tercero. Dada la primera sacudida, estos diversos apéndices ejecutan sus oscilaciones sin orden alguno, hasta que todo vuelve a caer en la inmovilidad, lo que sucede más o menos pronto. El movimiento de los tarsos no se comunica al resto de las patas, que permanecen inmóviles, a no ser que el asesinato sea muy reciente.
Diez días después del asesinato no pude obtener el menor vestigio de irritabilidad por el mismo procedimiento; entonces acudí a la corriente voltaica. Este medio es más enérgico y provoca contracciones musculares y movimientos en los sitios en que el vapor de bencina no produce efecto. Bastan un par de elementos Bunsen, con reóforos armados de delgadas agujas. Hundiendo la punta de una de ellas en el último anillo del abdomen y la otra bajo el cuello, cada vez que se establece la corriente, se obtiene, además de los estremecimientos de los tarsos, una flexión muy grande de las patas, que se repliegan sobre el abdomen, y el relajamiento de ellas cuando se interrumpe la corriente. Estos movimientos, muy enérgicos los primeros días, disminuyen poco a poco de intensidad, y al cabo de cierto tiempo ya no se muestran. El décimo día aun obtuve movimientos sensibles; el décimoquinto, la pila fué impotente para provocarlos, a pesar de la flexibilidad de los miembros y la frescura de las vísceras. Sometí a la acción de la pila algunos coleópteros realmente muertos. Blaps, Saperia, Lamia, asfixiados por la bencina o por gases sulfurosos.