vertido los papeles: el gorgojo transformado en agresor, coge a veces con la punta de la trompa una pata de su mortal enemigo, dominado de tal terror que ni siquiera trata de defenderse. Yo había agotado todos mis recursos, y mi deseo de presenciar el desenlace había aumentado con las dificultades experimentadas. Veamos, busquemos todavía.
A mi mente acudió una idea luminosa, penetrando en lo vivo de la cuestión de manera tan natural, que me hizo concebir nuevas esperanzas. Sí, ya he dado con ello; esto tiene que dar buen resultado. Ofrezcamos al Cerceris mi despreciada presa en el momento del mayor ardor de la caza. Entonces, arrebatado por la preocupación que lo absorbe, no advertirá las imperfecciones de la víctima. Ya he dicho que al volver de la caza, el Cerceris baja al pie del talud, a poca distancia del agujero y desde allí acaba de arrastrar penosamente su presa. Se trata, pues, de arrebatarle su víctima tirando de una pata con las pinzas y ofrecerle en cambio el gorgojo vivo. Esta maniobra me dió excelente resultado. En cuanto el Cerceris sintió que su víctima se le deslizaba bajo el vientre y se le escapaba, pateó el suelo con impaciencia, se volvió y, al ver el gorgojo que había reemplazado al suyo, se precipitó sobre él y lo enlazó con las patas para llevárselo. Pero pronto advirtió que la víctima estaba viva, y entonces empezó el drama que acabó con inconcebible rapidez. El himenóptero se puso frente a frente de su presa, le cogió la trompa entre sus poderosas mandíbulas y lo sujetó vigorosamente; y mientras el curculiónido se arqueaba sobre sus patas, el otro, con las suyas anteriores, le oprimía fuertemente el dorso como para hacer que se abrie-