Lauquén lo acaban de hacer.—Quédate pues tú aquí, que nosotros al ulmén en tanto hablaremos.—(Váse con Lauco)
Tulcom. Obedezco y me mostraré agradecido para con mis desconocidos amigos.
Una voz. ¡Sigamos nosotros! Evacuemos este campo y alistémonos á salir á otro palenque do el honor de la patria llamándonos está.
Aquí la veré, me dicen. Y bien merece ser por ella visitado este sitio en paulcros atavíos rebosando. Tú, ostentoso boigue, que más primoroso aquí que no en las demás comarcas de Arauco á mi vista te presentas,—y tú, límpido arroyuelo, que pacífico en tu lecho marmóreo, cual novio que á su bien se encamina, presuroso corres valle abajo, á juntarte con otros compañeros tuyos—sed vosotros protectores míos, valedme vuestra noble influencia en la difícil tarea que emprendo, inculcadme parte de vuestra galanura, del arte vuestro, á fuerza del cual os granjeáis el aprecio de las entes, inspirad, ya que donosos sois, mis labios, para que estos dulzura manen; inspirad á ella, flores, plantas y todo lo que de suntuoso y gallardo aquí brillo y lucimiento esparce, para que con genio letificado, festivo y grato ella escuche las palabras que á decirle voy, conmoved á ella, haced blando su corazón para que mis sentimientos de amor cual hirientes saetas voladoras penetrarlo en provecho mio puedan.—Es ella, la doncella, que se acerca.—Sí, ella es. Reconozco á mi ángel. Vuelo á su encuentro? No, quizá una observancia recatada en este sitio alguna gustosa experiencia aportarme pueda. Detrás de este arbusto me escondo, hasta que ocasión propicia me muestre un camino llano que á mi bien me conduzca.
{{c|Tulcomara invisible detrás de unas matas. Tegualda.çç
Tegualda. Nadie aquí. Tú, boigue pacífico y bondadoso, ataviado ya sin el auxilio mío, solo te encuentras. De dulces perfu-