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Página:Jorge Klickmann - La ciudad encantada de Chile.pdf/62

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si todos los araucanos como nosotros y los de Penco morir independientes é inmaculados pudieran.

Tulcomara. ¿Cómo los de Penco dices.? Desapareció quizá el templo de Talcahuano? Acelera tu narración, breve rato me permiten aún mis fuerzas escucharte.

Lauco. Desapareció el templo de Leochengo, aquella grandiosa obra de ricos metales y diáfanas piedras de variados colores hecha, con todos los miles de ministros que en ella á Pillán hacían culto venerable al estilo de aquél que los del Perú hacen al sol. Ya habían llegado los incariales hasta la boca del Butanlebu y empezaban ya á fortificarse allí, cuando toda la tierra comienza á conmoverse, brama el huracán, deslumbra el relámpago, retumba el trueno, descárganse las aguas de los aires y, alzando sus plegarias á Pillán, se sumergen en las ondas los sacros ministros de Talcahuano y con ellos toda la pompa y riqueza que los rodeaba. Así desapareció inmaculado el áureo palacio de Leochengo, así desapareció al mismo tiempo la grande población de Ainilebu á la desembocadura del Ainilebu al sur del Guadalauquén; así desapareció la vetusta villa del lago de Ranco; así desaparecieron las bellas ciudades de Huechecara, Tagua-tagua y Palena, y así desaparecerá Lauquén Encantada. Vamos pues todos á morir dentro de aquellos muros que ya aprestándose á sumergirse están.

Tulcomara. Llevadme a mi también, al arrepentido. Séame al menos permitido descansar allí, donde debía de gobernar.

Mareguano. Llevadle á la ciudad, respetando su arrepentimiento. A Tegualda llevadla también. Ya que no les era dado verse unidos en vida, que en la muerte se lo sea permitido.

Tulcomara. De Pillán augusto era, la voluntad bien deliberada que así sucediera. (Quita la mano de la herida). Agótese la vertiente de mi vida. Ya me encamino á las nubes. Seguidme pronto, para que juntos entremos á los palacios de ultratumba. (Muere).

ESCENA XIII.
Los anteriores. Llega pueblo y entra á la ciudad por el puente. Voces del pueblo:

¡Corred! Entremos a Lauquén. ¡Corramos! El sol se puso ya, y pronto se pondrá también la Encantada Ciudad. ¡Apresuraos! Entrad todos. Mas bien morirse con honor que servir en la esclavitud á dioses forasteros. Adiós,