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¡Bah! Quien merma veinte años de su vida, esos suprime de estar temiendo a la muerte.

¡Convenid en eso, y la muerte resulta entonces un beneficio! De este modo somos amigos de César, pues hemos abreviado su tiempo de temor a la muerte. ¡Inclinémonos, romanos, inclinémonos y bañemos nuestras manos hasta el codo en la sangre de César, y de ella salpiquemos nuestras espadas! Salgamos después hasta la plaza pública y, blandiendo sobre nuestras cabezas las enrojecidas armas, clamemos todos: "¡ Paz, independencia y libertad!".

¡Inclinémonos, pues, y lavémonos en su sangre! ¡Cuántos siglos verán representar esta sublime escena en naciones que están por nacer y en lenguas aún desconocidas!

¡Cuántas veces se verá sangrar a César sobre el teatro! ¡Y ahora yace a los pies de Pompeyo, no más preciado que el polvo!

¡Y cuantas veces suceda, otras tantas se dirá de