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104 LA CAMPAÑA

gimiento de la Princesa y á los Cazadores de Alba de Tormes que, aparapetados entre los escalones naturales de rocas del Montenegron, rechazaban á los moros, que demasiado tarde venian á disputarnos el paso. Pronto desistieron estos de su vano empeño; con lo que á media tarde el ejército plantó sus tiendas bajo el Montenegron, en un terreno calcáreo de escasa vegetacion y próximo á la playa, teniendo la satisfaccion de reconocer que solo dos heridos nos habia costado esta hermosa jornada.

Al amanecer del siguiente dia, estaba yo sobre la cubierta del vapor Barcelona observando cómo nuestro ejército continuaba su movimiento, sin ser molestado: el cielo estaba cubierto de sombrios nubarrones, algo picada la mar, la atmósfera pesada y calurosa, y los marinos andaban inquietos y desasosegados augurando, por señales ciertas, que no babia de tardar en jeyantarseel viento del E., tan temido en aquellascostas. Dispuso el General Bustillos, jefe de la Escuadra, que en caso de que tal sucediera, fuéramos á buscar refugio en la bahía de Céuta, llevando á remolque una lencha cañonera; y á poco de recibida esta órden llegó el caso de ponerla por obra.

A la primera bocanada del Levante, todos los huques transportes levaron ancla, partiendo precipitadamente en demanda de un abrigo, y el ejército, que marchaba hácia el rio Azmir, vió con acerba pena desaparecer entre la tempestad las chimeneas de aquellos vapores que se llevaban sus víveres, sus municiones, sus hospitales, y contempló desiertas y alborotadas aquellas aguas, tan concurridas y sosegadas poco antes. La marina de guerra quiso hacer frente al temporal, y le arrostró bravamente al principio; pero pronto hubo de desistir de tan temeraria lucha, é irse tras