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LA CAMPAÑA

oyen la voz divina que las llama en las horas de la abnegacion y el sacrificio! Desgraciado mil veces el pueblo que prefiere atesorar riquezas antes que ganar gloria, y que por cuidar de su comercio descuida su honra; el que respirado una atmosfera metalizada, y con los ojos vueltos siempre hácia la tierra, considera á las nobles palabras de gloria y pátria como frases vacías de sentido, y apaga la llama sagrada del entusiasmo que crea los héroes, con los frios cálculos de la aritmética mercantil.

Ahora bien, España en lo que va de siglo ha verificado grandes adelantos en su esfera industrial; escava canales, traza ferro-carriles, construye fábricas, abre puertos, taladra minas, crea Bancos, emite papel, acuña moneda, fleta buques, esplota sus bosques, mejora sus ganados, hermosea sus ciudades, acrece su lujo, aumenta su produccion, ensancha sus transacciones y marcha en la senda de la prosperidad material, siguiendo de cerca el ejemplo de otras naciones.

Pero al paso que tales progresos hacia en el órden material, sentiase en el mundo moral decaida del rango que la corresponde, y que en otras épocas ha alcanzado. Apenas si resonaba su voz en el congreso de los pueblos y la estimacion en que se la tuviera, dependia tan solo de la benevolencia con que se la juzgára, suponiéndola cualidades moralesque era preciso acreditar, apenas la ocasion de hacerlo se presentára.

La ocasion ha llegado , y España no la ha dejado pasar desapercibida: la voz de la Providencia nos ha llamado, y como el centinela siempre vigilante, España ha respondido con la entereza y el brio que nacen de la conviccion del propio valer,