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DE MARRUECOS. 29

mas; las ruinas de la casa de Jadú, y ú un lado los derruidos cubos y cortinas de Céuta la vieja; más allá la blanca mez- quita, Marabut venerado del muslim, pero tomada, aun antes de declararse la guerra, por los cazadores de Madrid, y al cabo el Serrallo, informe conjunto de ruinosas paredes, do- minado por un arabesco torreon, sobre el cual flotaba al viento majestuosa la bandera de oro y fuego, cuya vista nos llenaba de orgullo.

Allí tuve el honor de presentarme al Excmo. Sr. General Echagüe, de cuyo Estado Mayor iba á formar parte, y de abrazar á mis compañeros, quedando instalado en la tienda de Sanidad del cuartel general, que estaba situada delante de la puerta del Serrallo, y donde iba á inaugurarse para mí un género de vida completamente nuevo. Tenia allí por compañeros á los primeros médicos D. José Forns y D. José Lejalde, personas muy habituadas ya á los lances de la guer- ra durante la civil; y fué para mí fortuna el hacer mis pri- meras armas al lado de profesores tan consumados en la práctica militar.

El estudio del terreno en que el ejército habia sentado sus reales, reclamaba antes que nada mi atencion, para dedi- carla luego al género de vida y órden de alimentacion que te- nian nuestros soldados; datos indispensables para el médico.

Estábamos poco más ó ménos en el centro de un triángu- lo isósceles, cuya vértice truncado estuviere en Céuta, baña- dos por el mar ambos catetos, y cuya base formára el mon- te de la Mona: el área comprendida entre estas líneas era muy accidentada: al terminar la sierra de Bullones sobre el boquete de Anyara, forma la pata de ganso en que conclu- yen todas las cordilleras, limitadas en la parte que aquí des- eribimos, á nuestro frente, por el monte pelado que llaman