que en él se renueve mi recuerdo: y no te digo ni te respondo más.
Entonces revolvió los ojos que habia tenido fijos; miróme un momento, y luego inclinó la cabeza, y volvió á caer entre los demás ciegos.
Mi guia me dijo:—Ya no volverá á levantarse hasta que se oiga el sonido de la angélica trompeta (1); cuando venga la potestad enemiga del pecado. Cada cual encontrará entonces su triste tumba; recobrará sus carnes y su figura; y oirá el juicio que debe resonar por toda una eternidad.
Así fuimos atravesando aquella impura mezcla de sombras y de lluvia, con paso lento, razonando un poco sobre la vida futura. Por lo cual dije:—Maestro, ¿estos tormentos serán mayores despues de la gran sentencia, ó bien menores, ó seguirán siendo tan dolorosos?—Y él á mí:—Acuérdate de tu ciencia (2) que pretende, que cuanto más perfecta es una cosa, tanto mayor bien ó dolor esperimenta. Aunque esta raza maldita no debe jamás llegar á la verdadera perfeccion, espera ser despues del juicio más perfecta que ahora (3).
Continuamos hablando de otras cosas que no refiero, y llegamos al sitio donde se desciende: allí encontramos á Pluton (4), el gran enemigo.
(1) La del juicio final.
(2) De la filosofía Aristotélica.
(3) Por cuya razon sentirán más el dolor de los tormentos.
(4) Pluton, dios de las riquezas, y como tal preside el círculo siguiente.