en dos filas, se lanzaban de la una á la otra enormes pesos con todo el esfuerzo de su pecho, gritando fuertemente: dábanse grandes golpes, y despues se volvia cada cual hácia atrás, exclamando: —¿Por qué guardas (1)? Por qué derrochas (2)?—De esta suerte iban girando por aquel tétrico círculo, yendo desde un extremo á su opuesto, y repitiendo á gritos su injurioso estribillo. Despues, cuando cada cual habia llegado al centro de su círculo, se volvian todos á la vez para empezar de nuevo otra pelea.
Yo, que tenia el corazon conmovido de lástima, dije:—Maestro mio, indícame qué gente es esta. Todos esos tonsurados que vemos á nuestra izquierda ¿han sido clérigos?—Y él me respondió:—Todos fueron de tan limitado talento en la primera vida, que no supieron gastar razonablemente: así lo manifiestan ellos con claridad cuando llegan á los dos puntos del círculo que los separa de los que siguieron camino opuesto. Esos que no tienen cabellos que cubran su cabeza, fueron clérigos, papas y cardenales, á quienes subyugó la avaricia.—Y yo:—Maestro, entre todos esos, bien deberá haber algunos á quienes yo conozca y á quienes tan inmundos hizo este vicio.—Y él á mí:—En vano esforzarás tu imaginacion: la vida sórdida que los hizo deformes, hace que hoy sean oscuros y desconocidos. Continuarán chocando entre sí enteramente; y saldrán estos del sepulcro con los puños cerrados, y aquellos con el cabello rapado. Por haber gastado mal y guardado mal, han perdido el Paraiso, y se ven condenados á ese eterno combate, que necesito pintarte con palabras escogidas. Ahí podrás ver hijo mio, cuan rápidamente pasa el soplo de los bienes de la Fortuna, por los que la raza humana se enor-
(1) Los pródigos á los avaros.
(2) Los avaros á los pródigos.