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Página:La Divina Comedia (traducción de Manuel Aranda y Sanjuán).djvu/51

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EL INFIERNO. CANTO II.

gullece y querella. Todo el oro que existe bajo la Luna, y todo el que ha existido, no puede dar un momento de reposo à una sola de esas almas fatigadas.

—Maestro, le dije entonces, enséñame cuál es esa Fortuna de que me hablas, y que así tiene entre sus manos los bienes del mundo.—Y él á mí:—¡Oh locas criaturas! ¡Cuán grande es la ignorancia que os extravia! Quiero que te alimentes con mis lecciones. Aquel cuya sabiduría es superior á todo, hizo los cielos y les dió un guia, de modo que toda parte brilla para toda parte (1), distribuyendo la luz por igual; con el esplendor del mundo hizo lo mismo, y le dió una guia, que administrándolo todo, hiciera pasar de tiempo en tiempo las vanas riquezas de una à otra familia, de una á otra nacion, á pesar de los obstáculos que crean la prudencia y prevision humanas. Hé aquí por qué, mientras una nacion impera otra languidece, segun el juicio de Aquel que está oculto, como la serpiente en la yerba (2). Vuestro saber no puede contrastarla (3); porque provee, juzga y prosigue su reinado, como el suyo cada una de las otras deidades. Sus trasformaciones no tienen tregua; la necesidad la obliga á ser rápida; por eso se cambia todo en el mundo con tanta frecuencia. Tal es esa á quien tan á menudo vituperan los mismos que deberían ensalzarla, y de quien blasfeman y maldicen sin razon. Pero ella es feliz, y no oye esas maldiciones: contenta entre las primeras criaturas, prosigue su obra y goza en su beatitud. Bajemos ahora donde existen mayores y más lamentables males: ya descienden (4) todas las

(1) Esto es: por el regulado movimiento de las esferas celestes, la luz de todas resplandece sobre todas en armónica proporcion.

(2) Latet anguis in herba. (Virg.)

(3) La Fortuna.

(4) Ya es pasada la media noche.