vista sobre esa antigua espuma, hácia el sitio en que el tufo es más maligno.—Como las ranas, que, al ver la culebra enemiga, desaparecen á través del agua, hasta que se han reunido todas en el cieno, del mismo modo ví más de mil almas condenadas, huyendo de uno que atravesaba la Estigia á pié enjuto. Alejaba de su rostro el aire denso, extendiendo con frecuencia la siniestra mano hacia delante, y solo este trabajo parecia cansarle. Bien comprendí que era un mensajero del Cielo, y volvíme hácia el Maestro; pero este me indicó que permaneciese quieto y me inclinára. ¡Ah! ¡cuán lleno de dignidad me pareció aquel enviado celeste! Llegó á la puerta, y la abrió con una varita sin encontrar obstáculo.
—¡Oh demonios arrojados del Cielo, raza despreciable! empezó á decir en el horrible umbral; ¿cómo habeis podido conservar vuestra arrogancia? ¿Por qué os resistís contra esa voluntad, que no deja nunca de conseguir su intento, y que ha aumentado tantas veces vuestros dolores? ¿De qué os sirve luchar contra el destino? Vuestro Cerbero, si bien lo recordais, tiene aun el cuello y el hocico pelados (1).
Entonces se volvió hacia el cenagoso camino sin dirigirnos la palabra, semejante á un hombre à quien preocupan y apremian otros cuidados, que no se relacionan con la gente que tiene delante. Y nosotros, confiados en las palabras santas, dirigimos nuestros pasos hácia la ciudad de Dite. Entramos en ella sin ninguna resistencia; y como yo deseaba conocer la suerte de los que estaban encerrados en aquella fortaleza, luego que estuve dentro, empecé á diri-
(1) Pelados por la cadena con que Hércules lo sujetó y lo sacó fuera del Infierno. Segun otros comentadores, si bien los menos, bajo la imágen del Cerbero se quiere representar alegóricamente al espíritu infernal, que llevado de su impotente ira, se peló el hocico, cuando bajó Jesucristo á los Infiernos, al ver que no podia oponerse á ello.