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Página:La Divina Comedia (traducción de Manuel Aranda y Sanjuán).djvu/73

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EL INFIERNO. CANTO II.

de la Tierra y donde se halla el asiento de Dite, yace eternamente atormentado todo aquel que ha cometido traicion.

A tal discurso contesté:—Maestro, tus razones son muy claras, y bien me dan á conocer, por medio de tales divisiones, ese abismo y la muchedumbre que le habita; pero dime: los que están arrojados en aquella laguna cenagosa, los que agita el viento sin cesar, los que azota la lluvia, y los que chocan entre sí lanzando tan estridentes gritos, ¿por qué no son castigados en la ciudad del fuego, si se han atraido la cólera de Dios? y si no se la han atraido, ¿por qué se ven atormentados de tal suerte?

Me contestó:—¿Por qué tu ingenio, contra su costumbre, delira tanto ahora? ¿ó es que tienes el pensamiento en otra parte? ¿No te acuerdas de aquellas palabras de la Ética (1), que has estudiado, en las que se trata de las tres inclinaciones que el Cielo reprueba: la incontinencia, la malicia, y la loca bestialidad, y de qué modo la incontinencia ofende menos á Dios y produce menor censura? Si examinas bien esta sentencia, acordándote de los que sufren su castigo fuera de aquí, conocerás por qué están separados de estos felones, y por qué los atormenta la justicia divina, á pesar de demostrarse con ellos menos ofendida.

—¡Oh Sol, que sanas toda vista conturbada! exclamé: tal contento me das cuando desarrollas tus ideas, que solo por eso me es tan grato dudar como saber. Vuelve atrás un momento, y explícame de qué modo ofende la usura á la bondad divina: desvanece esta duda.

—La Filosofía, me contestó, enseña en más de un punto al que la estudia, que la Naturaleza tiene su orígen en la Inteligencia divina y en su arte; y si consultas bien tu Fí-

(1) La Etica de Aristóteles, ó Ciencia de la moral.