sica (1), encontrarás, sin necesidad de hojear muchas pȧginas, que el arte humano sigue cuanto puede á la Naturaleza, como el discípulo á su maestro; de modo que aquel es casi nieto de Dios (2). Partiendo, pues, de estos principios, sabrás, si recuerdas bien el Génesis, que es conveniente sacar de la vida la mayor utilidad, y multiplicar el género humano. El usurero sigue otra via; desprecia á la naturaleza y al arte, y coloca su esperanza en otra parte.—Ahora sígueme; que me place avanzar. Los Peces suben ya por el horizonte; el Carro se ve hácia aquel punto donde expira Coro (3), y lejos de aqui el alto promontorio parece que disminuye (4).
CANTO XI.
El sitio por donde hubimos de bajar era un paraje alpestre (5), y tal, á causa del que allí se hallaba (6), que todas
(1) La de Aristóteles.
(2) La naturaleza procede de Dios, el arte de la naturaleza; por eso dice, valiéndose de una semejanza, que el arte es nieto de Dios.
(3) Coro: nombre que se daba antiguamente al viento Nordeste. Quiere decir, que amanece.
(4) El promontorio que vieron al principio del canto.
(5) Alpestre, lo mismo que áspero y montuoso. Nos permitimos este neologismo, que nos parece admisible, derivándolo de Alpes, lo mismo que, de Pirineos, decimos pirenáico.
(6) El Minotauro.