cabeza hasta la garganta, y nos mostró una sombra que estaba separada de las demás, diciendo:—Aquel hirió, en recinto sagrado, á un corazon, que aun se ve honrado en las orillas del Támesis (1).—Despues ví otras sombras que sacaban la cabeza fuera del rio, y algunas todo el pecho, y reconocí á muchos de ellos. Como la sangre iba disminuyendo poco á poco, hasta no cubrir más que el pié, vadeamos el foso.—Quiero que sepas, me dijo el Centauro, que así como ves disminuir la corriente por esta parte, por la otra es su fondo cada vez mayor, hasta que llega á reunirse en aquel punto donde la tiranía está condenada á gemir. Allí es donde la justicia divina ha arrojado á Atila, que fué su azote en la tierra; á Pirro; á Sexto (2), el cual eternamente arranca lágrimas, con el hervor de esa sangre; á Renato de Corneto y á Renato Pazzo (3), que tanto daño causaron en los caminos.—Dicho esto, se volvió y repasó el vado.
(1) Guido de Montfort. Para vengar la muerte de Simon, su padre, muerto en Inglaterra por Eduardo, asesinó en 1271, en una iglesia de Viterbo, á Enrique, hermano de aquel, mientras el sacerdote elevaba la hostia. El corazon del asesinado fué llevado en una copa á Londres, y colocado sobre una columna en el puente del Támesis, para recordar á los ingleses la ofensa que se les habia hecho.
(2) Pirro, hijo de Aquiles, que asesinó á Príamo é inmoló á Polixena sobre la tumba de su padre. Otros entienden que es Pirro, rey de Epiro.—Sexto, hijo de Tarquino el soberbio; ó tal vez Sexto Pompeyo, hijo del Magno.
(3) Renato Corneto, famoso ladron de las playas romanas.—Renato Pazzo, noble, de la antigua familia de los Pazzi de Florencia, asesino famoso y salteador de caminos.