CANTO XII.
No habia llegado aun Neso á la otra parte, cuando penetramos en un bosque, que no estaba surcado por ningun sendero. El follaje no era verde, sino de un color oscuro; las ramas no eran rectas, sino nudosas y entrelazadas; no habia frutas, sino espinas venenosas. No son tan ásperas y espesas las selvas donde moran las fieras, que aborrecen los sitios cultivados entre el Cecina y Corneto (1). Allí anidan las brutales Arpías, que arrojaron á los Troyanos de las Strofades con el triste presagio de un mal futuro (2).—Tienen alas anchas, cuellos y rostros humanos, piés con garras, y el vientre cubierto de plumas: subidas en los árboles, lanzan extraños lamentos.
Mi buen Maestro empezó á decirme:—Antes de avanzar más, debes saber que te encuentras en el segundo recinto, por el cual continuarás hasta que llegues á los terribles arenales. Por tanto, mira con atencion; y de este modo verás
(1) Entre el rio Cecina y el pueblo de Corneto habia grandes bosques, donde se ocultaban las fieras, que huian de los sitios abiertos y cultivados.
(2) Strofades ó Estrofades, son unas islas del mar Jónico, llamadas hoy Estrivales. Las arpias eran unos mónstruos fabulosos con cuerpo de ave, pecho y cuello de doncella. Celeno, una de ellas, predijo á los troyanos que, antes de llegar á Italia, padecerian tanta hambre, que devorarian las mesas; profecía que se cumplió.—Eneida, lib. III y VII.