sin duda, faltándole el aliento, hizo un grupo de sí y de un arbusto (1).
Detrás de ellos estaba la selva llena de perras negras, ávidas y corriendo cual lebreles á quienes quitan su cadena. Empezaron á dar terribles dentelladas á aquel que se ocultó, y despues de despedazarle, se llevaron sus miembros palpitantes.
Mi Guia me tomó entonces de la mano, y llevóme hácia el arbusto, que en vano se quejaba por sus sangrientas heridas.—¡Oh! Jacobo de San Andrés (2), decia. ¿De qué te ha servido tomarme por refugio? ¿Tengo yo la culpa de tu vida criminal?
Cuando mi Maestro se detuvo delante de aquel arbusto, dijo:—¿Quién fuiste tú que por tantas heridas exhalas con tu sangre tan quejumbrosas palabras?—A lo que contestó (3):—¡Oh, almas, que habeis venido á contemplar el lamentable estrago que me ha separado así de mis hojas! recogedlas al pié del triste arbusto. Yo fuí de la ciudad que cambió su primer patron por San Juan Bautista (4); por cuya razon aquel la contristará siempre con su terrible ar-
nio. Combatiendo en favor de los florentinos, en 1280, fué sorprendido por los de Arezzo, y prefiriendo la muerte á la fuga, se arrojó en medio de sus enemigos, muriendo gloriosamente.
(1) Esto es, se ocultó detrás de un arbusto.
(2) Jacobo de San Andrés, noble de Pádua, que habiendo disipado todo su caudal, se suicidó. Cuéntase de él que, por el gusto de ver un gran fuego, mandó incendiar una de sus villas.
(3) Créese que esta sombra sea la de Rocco de Mozzi, que despues de haber derrochado sus bienes, se ahorcó por librarse de la miseria; ó Lotto degli Angli, que se dió igual muerte por haber pronunciado una sentencia injusta.
(4 ) Florencia, cuyo antiguo patron era el dios Marte. Su estátua ecuestre se conservaba aun en 1337 en el Ponte-Vecchio, de donde la arrancó juntamente con un trozo del puente, una avenida del Arno. Se pretendia que dicha estátua era para Florencia lo que el Palladium para Troya.