te (1) y á no ser porque en el puente del Arno se conserva todavía alguna imágen suya, fuera en vano todo el trabajo de aquellos ciudadanos que la reedificaron sobre las cenizas que de ella dejó Atila (2). Yo de mi casa hice mi propia horca.
CANTO XIII.
Enternecido por el amor patrio, reuní las hojas dispersas, y las devolví á aquel que estaba ya enronquecido. Desde allí nos dirigimos al punto en que se divide el segundo recinto del tercero, y donde se vé el terrible poder de la Justicia divina.
Para explicar mejor las cosas nuevas que allí ví, diré que llegamos á un arenal, que rechaza toda planta de su superficie. La dolorosa selva lo rodeaba cual guirnalda, así como el sangriento foso circudaba á aquella. Nuestros piés quedaron fijos en el mismo lindero de la selva y la llanura. El espacio estaba cubierto de una arena tan árida y espesa, como la que oprimieron los piés de Caton en otro tiempo (3).
(1) Con la guerra, arte ú oficio propio del dios Marte, antiguo patron de Florencia.
(2) No es cierto que Atila destruyese á Florencia; pues no pasó el Apenino. Quien destruyó parte de ella fué Tolila; pero los antiguos, careciendo de libros históricos, confundieron á Totila con Atila.
(3) Las arenas de la Libia, que atravesó Caton de Útica despues de la muerte de Pompeyo, para reunirse al ejército de Juba, rey de Numidia.