negros obreros del Mongibelo (1), gritando: «Ayúdame, ayúdame, buen Vulcano,» segun hizo en el combate de Flegra (2), y me asaeteára con todas sus fuerzas, no lograria vengarse de mí cumplidamente.
Entonces mi Guia habló con tanta vehemencia, que nunca yo le habia oido expresarse de aquel modo:—¡Oh! Capaneo (3), si no se modera tu orgullo, él será tu mayor castigo. No hay martirio comparable al dolor que te hace sufrir tu rabia.
Despues se dirigió á mí diciendo con acento más apacible:—Ese fué uno de los siete reyes que sitiaron á Tebas (4); despreció á Dios, y aun parece seguir despreciándole, sin que se note que le ruegue; pero como le he dicho, su mismo despecho es el más digno premio debido á su corazon.—Ahora, sígueme, y cuida de no poner tus piés sobre la abrasada arena; camina siempre arrimado al bosque.
Llegamos en silencio al sitio donde desemboca fuera de la selva un riachuelo, cuyo rojo color aun me horripila. Cual sale del Bulicame (5) el arroyo, cuyas aguas se reparten las pecadoras, así corria aquel riachuelo por la arena. Las orillas y el fondo estaban petrificados, por lo que pensé que por ellas debia andar.
—Entre todas las cosas que te he enseñado, desde que
(1) Alude á Vulcano y los Ciclopes que, segun la Fábula, forjaban los rayos de Júpiter en las entrañas del Mongibelo ó monte Etna.
(2) Flegra, valle de Tesalia: donde acaeció el combate entre los dioses y los gigantes.
(3) Capaneo, uno de los siete reyes ó jefes que sitiaron á Tebas; hombre soberbio y enemigo de los dioses.
(4) Aquellos siete reyes eran Adrasto, Polínice, Tydeo, Hipomedon, Anfiarao, Partenopeo y Capaneo.
(5) Manantial de aguas minerales calientes, á dos millas de Viterbo. De él salia un riachuelo con el cual se formaba un baño, al que acudian toda clase de enfermos, y más abajo tomalan y se repartian sus aguas le peccatrici, las mujeres públicas.