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LA ENEIDA

árbol vuelve á adornarse con otro de igual metal. Anda, pues, y buscale con atentos ojos, y cuando le hubieses hallado, tomale devotamente con tus manos. Si los destinos te permiten ir á las regiones infernales, él no te presentará resistencia y fácilmente se quebrará; si no es asi, ningunas fuerzas bastarán á vencerle, ni podrás desprenderle con el mas duro acero. Además, mientras que pides mis oráculos y esperas en la puerta de nuestro templo jah, tú lo ignoras! el cadáver de un amigo tuyo está tendido en la ribera inficionando toda la armada.

Ante todo, llévale al lugar de su descanso, y encierra su alma en el sepulcro. Trae despues negras ovejas, y haz con ellas los primeros sacrificios expiatorios. Asi al fin verás los bosques de la Estigia y los reinos inaccesibles á los vivos.” Dijo, y cerrando sus labios guardo silencio.

Eneas deja la cueva de la Sibila y marcha con semblante triste, fijos los ojos en el suelo, revolviendo en su aflijido espiritu aquellos misteriosos vaticinios. El fiel Acates le acompaña, y va tambien combatido de iguales cuidados, haciendo ambos mil conjeturas y preguntándose quién sería aquel compañero muerto, aquel cadáver que la sacerdotiza mandaba que se sepultara. Pero asi que llegaron, ven á Miseno tendido en el suelo de la ribera arrebatado por una indigna muerte. - Miseno, hijo de Eolo, á quien nadie aventajó en excitar á los guerreros, y encender en ellos el marcial ardor con el sonido de