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tiva de las familias y obligaban a colocar los hijos bajo la dirección de educadores especiales. Asf nació la escuela. A lo menos el constraste que presentaba el tratamiento de los escolares en los diferentes países indica qué naciones se hallaban en un período de progreso y qué otras en una vía regresiva. Las esculturas y los cánticos representan a los niños griegos jugando, danzando, coronándose de flores, mirando gravemente a las mujeres y a los ancianos, en tanto que los documentos egipcios muestran con insistencía el palo que el maestro hacía resonar sobre las costillas del alumno.

También usaba mucho el vergajo el educador hebreo, y de él, por mediación de los libros «santos nos viene el dicho tan funesto para tantas generaciones de niños: Quien bien ama bien castiga ».

Durante el período histórico actual, tan notable por la amplitud del teatro en que se debaten los problemas vitales de la humanidad, se emplean a la vez todos los métodos de educación. La mayor parte han admitido por punto de partida que el maestro reemplaza a los padres, especialmente al padre, que le déelega todos sus poderes como director, maestro y propietario de su hijo. Pero el padre no es el único poseedor de su hijo: la sociedad, representada según la lucha de los partidos, sea por la Iglesia, sea por el Estado laico, se considera también como propietaria del alumno y manda que se le enseñe según el uso a que se le destine en el curso de su vida ulterior. Al fin, apoyada sobre las reivindicaciones espontáneas de los mismos niños, comienza a vislumbrarse la idea de que son seres iguales en derechos a las personas mayores y que su educación ha de corresponder, no a la voluntad del padre, ni a las exigencias de la Iglesia o del Estado, sino a las necesidades y a las conveniencias de su desarrollo personal. Débiles y pequeños, los niños son por eso mismo sagrados para los mayores que los aman y los protegen. Las escuelas, escasas aún, en que ese principio de la pedagogia se practica estrictamente, son lugares de alegre y fructífero estudio, merced a esa ereverencia extrema a que el niño tiene derecho y le profesan sus maestros.

A cada fase de la sociedad corresponde una concepción particular de la educación, conforme a los inte-

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