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CANTO UNDÉCIMO

446 Dijo; y como Soco se volviera para huir, clavóle la lanza en el dorso, entre los hombros, y le atravesó el pecho. El guerrero cayó con estrépito, y el divino Ulises se jactó de su obra:

450 «¡Oh Soco, hijo del aguerrido Hipaso, domador de caballos! Te sorprendió la muerte antes de que pudieses evitarla. ¡Ah mísero! Á ti, una vez muerto, ni el padre ni la veneranda madre te cerrarán los ojos, sino que te desgarrarán las carnívoras aves cubriéndote con sus tupidas alas; mientras que á mí, cuando me muera, los divinos aqueos me harán honras fúnebres.»

456 Dichas estas palabras, arrancó de su cuerpo y del abollonado escudo la ingente lanza que Soco le arrojara; brotó la sangre y afligióse el héroe. Los magnánimos teucros, al ver la sangre, se exhortaron mutuamente entre la turba y embistieron todos á Ulises; y éste retrocedió, llamando á voces á sus compañeros. Tres veces gritó cuanto un varón puede hacerlo á voz en cuello; tres veces Menelao, caro á Marte, le oyó, y al punto dijo á Ayax, que estaba á su lado:

465 «¡Ayax Telamonio, de jovial linaje, príncipe de hombres! Oigo la voz del paciente Ulises como si los teucros, habiéndole aislado en la terrible lucha, lo estuviesen acosando. Acudámosle, abriéndonos calle por la turba, pues lo mejor es llevarle socorro. Temo que á pesar de su valentía le suceda alguna desgracia solo entre los teucros, y que después los dánaos lo echen muy de menos.»

472 Así diciendo, partió y siguióle Ayax, varón igual á un dios. Pronto dieron con Ulises, caro á Jove, á quien los teucros acometían por todos lados como los rojizos chacales circundan en el monte á un cornígero ciervo herido por la flecha que un hombre le tirara con el arco—salvóse el ciervo, merced á sus pies, y huyó en tanto que la sangre estuvo caliente y las rodillas ágiles; postrólo luego la veloz saeta, y cuando carnívoros chacales lo despedazaban en la espesura de un monte, trajo el azar un voraz león que, dispersando á los chacales devoró á aquel;—así entonces muchos y robustos teucros arremetían al aguerrido y sagaz Ulises; y el héroe, blandiendo la pica, apartaba de sí la cruel muerte. Pero llegó Ayax con su escudo como una torre, se puso al lado de Ulises y los teucros se espantaron y huyeron á la desbandada. El belígero Menelao, asiendo por la mano al héroe, sacóle de la turba mientras el escudero acercaba el carro.

489 Ayax, acometiendo á los teucros, mató á Doriclo, hijo bastardo de Príamo, é hirió á Pándoco, Lisandro, Píraso y Pilartes. Como el hinchado torrente que acreció la lluvia de Júpiter baja por los montes á la llanura, arrastra muchos pinos y encinas secas, y arroja al