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CANTO UNDÉCIMO

587 «¡Oh amigos, capitanes y príncipes de los argivos! Deteneos, volved la cara al enemigo, y librad de la muerte á Ayax que está abrumado por los tiros y no creo que escape con vida del horrísono combate. Rodead al gran Ayax, hijo de Telamón.»

592 Tales fueron las palabras de Eurípilo al sentirse herido, y ellos se colocaron junto al mismo con los escudos sobre los hombros y las picas levantadas. Ayax, apenas se juntó con sus compañeros, detúvose y volvió la cara á los teucros. Y siguieron combatiendo con el ardor de encendido fuego.

597 En tanto, las yeguas de Neleo, cubiertas de sudor, sacaban del combate á Néstor y á Macaón, pastor de pueblos. Reconoció al último el divino Aquiles, el de los pies ligeros, que desde lo alto de la ingente nave contemplaba la gran derrota y deplorable fuga, y en seguida llamó, desde allí mismo, á Patroclo, su compañero: oyóle éste, y, parecido á Marte, salió de la tienda. Tal fué el origen de su desgracia. El esforzado hijo de Menetio habló el primero, diciendo:

606 «¿Por qué me llamas, Aquiles? ¿Necesitas de mí?» Respondió Aquiles, el de los pies ligeros:

608 «¡Noble hijo de Menetio, carísimo á mi corazón! Ahora espero que los aquivos vendrán á suplicarme y se postrarán á mis plantas, porque no es llevadera la necesidad en que se hallan. Pero ve Patroclo, caro á Júpiter, y pregunta á Néstor quién es el herido que saca del combate. Por la espalda tiene gran parecido con Macaón, hijo de Esculapio, pero no le vi el rostro; pues las yeguas, deseosas de llegar cuanto antes, pasaron rápidamente por mi lado.»

616 Dijo. Patroclo obedeció al amado compañero y se fué corriendo á las tiendas y naves aqueas.

618 Cuando aquéllos hubieron llegado á la tienda del Nelida, descendieron del carro al almo suelo, y Eurimedonte, servidor del anciano, desunció los corceles. Néstor y Macaón dejaron secar el sudor que mojaba sus lorigas, poniéndose al soplo del viento en la orilla del mar; y penetrando luego en la tienda, se sentaron en sillas. Entonces les preparó una mixtura Hecamede, la de hermosa cabellera, hija del magnánimo Arsínoo, que el anciano se había llevado de Ténedos cuando Aquiles entró á saco esta ciudad: los aqueos se la adjudicaron á Néstor, que á todos superaba en el consejo. Hecamede acercó una mesa magnífica, de pies de acero, pulimentada; y puso encima una fuente de bronce con cebolla, manjar propio para la bebida, miel reciente y sacra harina de flor, y una bella copa guarnecida de áureos clavos que el anciano se llevara de su palacio y tenía cua-