393 Respondió el ilustre cojo de ambos pies: «Respetable y veneranda es la diosa que ha venido á este palacio. Fué mi salvadora cuando me tocó padecer, pues vime arrojado del cielo y caí á lo lejos por la voluntad de mi insolente madre, que me quería ocultar á causa de la cojera. Entonces mi corazón hubiera tenido que soportar terribles penas, si no me hubiesen acogido en el seno del mar Tetis y Eurínome, hija del refluente Océano. Nueve años viví con ellas fabricando muchas piezas de bronce—broches, redondos brazaletes, sortijas y collares—en una cueva profunda rodeada por la inmensa, murmurante y espumosa corriente del Océano. De todos los dioses y los mortales hombres, sólo lo sabían Tetis y Eurínome, las mismas que antes me salvaran. Hoy que Tetis, la de hermosas trenzas, viene á mi casa, tengo que pagarle el beneficio de haberme conservado la vida. Sírvele hermosos presentes de hospitalidad, ínterin yo recojo los fuelles y demás herramientas.»
410 Dijo; y levantóse de cabe al yunque el gigantesco é infatigable numen que al andar cojeaba arrastrando sus gráciles piernas. Apartó de la llama los fuelles y puso en un arcón de plata las herramientas con que trabajaba; enjugóse con una esponja el sudor del rostro, de las manos, del vigoroso cuello y del velludo pecho; vistió la túnica; tomó el fornido cetro, y salió cojeando, apoyado en dos estatuas de oro que eran semejantes á vivientes jóvenes, pues tenían inteligencia, voz y fuerza, y hallábanse ejercitadas en las obras propias de los inmortales dioses. Ambas sostenían cuidadosamente á su señor, y éste, andando, se sentó en un trono reluciente cerca de Tetis, asió la mano de la deidad, y le dijo:
424 «¿Por qué, oh Tetis, la de largo peplo, venerable y cara, vienes á nuestro palacio? Antes no solías frecuentarlo. Di qué deseas; mi corazón me impulsa á realizarlo, si puedo y es hacedero.»
428 Respondióle Tetis, derramando lágrimas: «¡Oh Vulcano! ¿Hay alguna entre las diosas del Olimpo que haya sufrido en su ánimo tantos y tan graves pesares como á mí me ha enviado el Saturnio Jove? De las ninfas del mar, únicamente á mí me sujetó á un hombre, á Peleo Eácida, y tuve que tolerar, contra toda mi voluntad, el tálamo de un mortal que yace en el palacio, rendido á la triste vejez. Ahora me envía otros males: concedióme que pariera y alimentara á un hijo insigne entre los héroes, que creció semejante á un árbol, le crié como á una planta en terreno fértil y lo mandé á Ilión en las corvas naves, para que combatiera con los teucros; y ya no le recibiré otra vez, porque no volverá á mi casa, á la mansión de