Este quinto viaje fué ya, sin embargo, bien distinto de los precedentes. En primer lugar aquella cascarita de nuez en que íbamos estaba demasiado cargada. Cinco hombres, de los cuales Redruth, el Capitán y Trelawney eran de más de seis pies de altura, era más de lo que nuestro botecillo podía racional y cómodamente cargar. Añádase á esto la pólvora, las armas y las provisiones de boca, y se comprenderá que el serení se balancease de una manera inquietante, alojando agua de cuando en cuando, por la popa, á un grado tal, que todavía no habíamos andado cien yardas y ya una buena parte de mis vestidos estaba mojada hasta no poderse más.
Hízonos el Capitán que aparejásemos el bote compartiendo el peso más proporcionalmente, lo que nos apresuramos á ejecutar, consiguiendo equilibrarlo un poco mejor. Pero aun así no dejábamos de sentirnos con el temor, no del todo infundado, de zozabrar.
En segundo lugar, el reflujo producía, á la sazón, una fuerte corriente de olas en dirección poniente, atravesando la rada y moviéndose en seguida hacia el sur, en dirección
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