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Página:La Isla del Tesoro - Caballero 1901.djvu/242

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EL VIAJE DEL “CORACLE”

Hícelo como lo pensé. Continué tendido, sobre mis codos en la postura más espectante del mundo, á la capa, y aprovechando cada oportunidad que se me presentaba para dar muy dulcemente una remada ó dos á fin de enderezar la proa hacia la playa.

Era aquél un trabajo lento y fatigoso por demás, y sin embargo me sentía ganar terreno; tanto que, conforme nos acercábamos al Cabo de la Selva, si bien veía que no me era dable aún ganar aquella punta, pude notar con alegría que había ya avanzado como unas cien yardas hacia tierra, al Este. Muy cerca estaba de ella, en verdad. Ya me era dable distinguir las frescas y verdegueantes copas de los árboles meciéndose suavemente juntas al soplo de la brisa y tuve por cosa segura, en consecuencia, que en el promontorio próximo era ya evidente mi desembarque.

Y á fe que no sería sino muy á tiempo, pues la sed comenzaba á hacerme sufrir bastante. El resplandor del sol cayendo sobre mi cabeza y sus rayos quebrándose sobre las olas en mil reflexiones diversas; el agua del mar que caía y se secaba sobre mi cuerpo cubriendo mis labios con una capa salobre; todo esto se combinaba para hacer que mi garganta ardiera y mi cabeza fuera presa de un dolor violento. La vista de los árboles á tan corta distancia me puso casi fuera de mí con el anhelo vehemente de desembarcar. Empero la corriente me había arrastrado, antes de mucho, lejos de la punta, y cuando me encontré de nuevo en mar abierto, percibí algo que desde luego hizo cambiar la naturaleza de mis pensamientos.

Precisamente frente á mí, á menos de media milla de distancia, se aparecía ante mis ojos La Española con sus