Página:La Isla del Tesoro - Caballero 1901.djvu/285

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
270
LA ISLA DEL TESORO

supe que mis amigos aún vivían y, aun cuando, no desconfiaba yo de que fuera cierto, en parte, lo que Silver decía acerca de los resentimientos del partido de cámara, por mi deserción, me sentí mucho más consolado que afligido con sus noticias.

—Nada te diré respecto de que estás en nuestras manos, continuó Silver. Supongo que ninguna duda te cabrá sobre este particular. Pero, mira tú si juego á cartas descubiertas; mi intención no es intimidarte sino convencerte. Nunca he visto que las amenazas produzcan nada bueno. Si te gusta el servicio... bien, adelante; te afilias con nosotros y ya está... Ahora... si no te conviene, muy dueño eres de tu voluntad y de tu boca para darnos aquí un no redondo, y lléveme el diablo si algo más claro que todo esto, puede salir de escotilla humana.

—¿Puedo ya contestar?, pregunté con una voz bastante trémula.

En el fondo de toda aquella charla burlona bien claro veía yo que la amenaza de la muerte estaba en suspenso sobre mi cabeza, por lo cual mis mejillas abrasaban y el corazón me latía dolorosamente dentro el pecho.

—Muchacho, contestó Silver, aquí nadie te está urgiendo. Forma tu derrotero. Ninguno de nosotros tiene prisa, camarada. El tiempo corre tan agradablemente en tu compañía que, ya lo ves, no hay para qué precipitarse.

—Está bien, contesté yo sintiéndome con un poco más de brío y atrevimiento. Si debo de elegir, declaro que me creo con derecho para saber primero cómo están las cosas y por qué están Vds. aquí, y en dónde paran mis amigos.

—¡Pues no quiere poco el niño!, dijo en tono gruñón