mos juntos á la mar de nuevo. Eres demasiado lo que se llama un niño mimado para que pudieras ir bajo mis órdenes por mucho tiempo, ¿Es Vd., John Silver? ¿Qué vientos lo arrojan á Vd. por acá, amigo?
—Vuelvo á mis obligaciones, señor, contestó Silver.
—¡Ah!, dijo el Capitán, y no añadió una palabra más.
¡Dios mío! ¡y qué cena que tuve aquella noche, junto á todos mis amigos, con las carnes saladas por Ben Gunn y golosinas exquisitas traídas de La Española, con más una botella de magnífico vino! Estoy seguro de que jamás hubo sobre la tierra gentes más alegres y felices. Y con nosotros estaba allí Silver, sentado detrás de nuestro grupo, casi fuera del radio de luz de la hoguera, pero comiendo con gran apetito, listo para levantarse y servir algo que hiciera falta y hasta uniéndose á nuestras risas de una manera poco ruidosa; en una palabra, el mismo hombre obsequioso, comedido y agradable que salió con nosotros de Brístol.