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Página:La Isla del Tesoro - Caballero 1901.djvu/355

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LA ISLA DEL TESORO

Esto fué casi ya lo último que hicimos en la Isla del Tesoro. Antes de esto ya habíamos embarcado cuidadosamente todo el oro, lo mismo que agua en abundancia, y víveres de sobra para el caso de algún accidente, por lo cual, en una mañana, por cierto muy hermosa, levamos el ancla, que era todo lo que nos restaba que hacer; y levantando al tope de nuestro palo mayor la misma bandera que izara el Capitán en la empalizada y bajo la cual peleamos, salimos mansamente afuera de la Bahía del Norte.

Los tres rebeldes deben haber estado á la mira de nuestros movimientos más cerca de lo que nosotros creíamos. Comprobó este aserto el hecho de que, al cruzar el estrecho que da paso al mar abierto, tuvimos que ir casi costeando la punta Sur y allí los divisamos á todos tres en una pequeña eminencia de arena, arrodillados, y tendiéndonos los brazos con aire suplicante. Lo que hacíamos era muy en contra de nuestros sentimientos, dejándolos en aquella isla salvaje y abandonada; pero era imposible exponernos á los riesgos de un nuevo motín á bordo, y llevarlos á bordo para entregarlos al verdugo en Inglaterra hubiera sido una compasión de una especie enteramente cruel. El Doctor les dió voces avisándoles de las provisiones de todo género que les dejábamos y el punto en donde podrían encontrarlas. Empero ellos continuaban llamándonos á todos por nuestros nombres con unos gritos que partían el corazón, y pidiéndonos que por el amor de Dios no los condenáramos á morir en semejante paraje.

Por último, viendo que el buque seguía inflexiblemente su marcha y se iba ya poniendo fuera del alcance de la voz, uno de ellos, que bien sé cual fué, se puso en pie de