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EL FIN DE LA HISTORIA

mis sentimientos le sorprendan á Vd.; pero si yo tuviera la certeza moral de que los tres están delirando, como la tengo de que uno, por lo menos, debe estar postrado por la fiebre, crea Vd. que dejaría al punto este campo y á riesgo de mi propio pellejo, iría á llevarles los auxilios de mi profesión.

—Vd. me perdonará mucho, señor, si le digo que ese sería un gran error, añadió Silver. Vd. perdería con toda certeza su preciosa vida y no le quepa á Vd. duda de ello. Yo estoy ahora en las filas de Vds., en cuerpo y alma, y no consentiría yo jamás en que se debilitara nuestra fuerza, dejando á Vd. ir solo, á Vd. á quien muy bien sé todo lo que debo. Además, aquellos hombres no sabrían nunca mantener su palabra, aun suponiendo que se lo propusieran, y—lo que es peor todavía—nunca podrían tener fe en la promesa de un hombre de honor como Vd.

—Es verdad, dijo el Doctor; pero, en cuanto á hombres que cumplen su palabra, allí está Vd. que se pinta solo para ello.

Ahora bien, aquellas fueron casi las últimas noticias que tuvimos de los tres piratas. Sólo una vez oímos un disparo lejano, y supusimos que andarían cazando. Celebramos, á propósito de ellos, consejo de guerra, y se les sentenció á ser abandonados en la isla, con indecible regocijo de Ben Gunn y con la más cordial aprobación de Gray. Les dejamos un abundante surtido de pólvora y balas, todas las provisiones de carne salada por Ben, algunas medicinas, ropa, una pequeña vela, algunas brazas de cuerda, aperos de labranza y otros muchos útiles y, por deseo expreso del Doctor, una buena cantidad de tabaco como el mejor regalo, según él.


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