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Asamblea mayor celebrarémos;
Se hará mas pleitesía al estrangero,
Sacrificio á los Dioses mas solemne;
Y en seguida será nuestra tarea
La demanda atender que nos ha hecho;
Eficaces medidas tomarémos
Para que aqueste huésped lograr pueda
A su patria feliz y breve vuelta,
Por mucho que distante ella se encuentre
De aquestas playas nuestras. Garantirle
De cualquier contratiempo nos es deuda,
Hasta que á sus penates haya vuelto.
Allí ya conformarse será fuerza
Al hado suyo, y que la suerte sufra
Que las parcas tejieron en su cuna.
Mas, si es un Dios que del Olimpo baje,
Sin duda entonces nos prepara el cielo
Algun suceso estraño. Con gran pompa
Los Dioses siempre se nos han mostrado
Al dísponerles nuestra fe hecatombas.
Entre nosotros con amor sentados
Siempre tomaron parte en nuestras fiestas.
Si en solitaria via un Facio encuentran,
Nunca ocultarse a sus miradas quieren;
Porque en el órden de los seres todos
Llegamos despues de ellos los primeros
Lo mismo que los Cíclopes, y tanto[1]
Como atgun dia los Gigantes fueron.»[2]

  1. Los Cíclopes fueron los primeros Pelasgos, o habitantes del Peloponeso, hombres al parecer muy salvages, muy briosos, de elevada talla y que llevaban un casco que en su vísera tenía un agujero circular, lo que hacía suponer que solo tenían un ojo. Asolaban todo su vecindario y vivían en la isla de Lypari, al N. E. de Sicilia, y que todavía hoy tiene 40.000 habitantes. El miedo y la superstícíon los transformaron en semi—dioses, y porque esplotaban las minas de metales se les supuso ministros de Vulcano. Todas las cosas humanas mas estraordínarias tienen origen muy sencillo.
  2. Prueban la existencia de hombres de una altura superior á