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En una gruta que estos riscos tapan
Sus Focas, de la mar dejando el lecho
A su rededor se sientan, exhalando
Del agua insana los fetores salsos.
Yo misma, al despuntar la nueva aurora
Allí te guiaré. De tus bajeles
Los tres hombres tendrás mas arrestados
Y, en un lecho de arenas, muy ocultos
Le podréis esperar. Ora es preciso
Que su costumbre sepas: lo primero
Revistará sus Focas al contarlas.
Luego hará de ellas cinco líneas largas
Y, por fin, en su centro colocado,
Se sentará en el suelo, como hiciera
Un plácido pastor con su rebaño.
Al mirarlo tendido en su caverna
Vuestros brios juntad y, valerosos
Sobre él echaos y con fuerza asidle;
Su cuerpo sujetad con gran dureza,
Frustrando así los hórridos esfuerzos
Que hará para romper vuestras cadenas.
Todo lo empleará para escaparos:
En réptíl, agua, fuego transformado
Deslumbraros querrá; mas incansables,
Doblad á un tiempo el ánimo y los lazos.
Al ver que, al fin, vuelve á su forma usada
La lucha suspended y libre quede.
A tal punto podrás tú preguntarle
De cuál Númen las iras te persiguen,
Y á cuáles señas en los mares puedas
Hallar la ruta cierta que deseas. »
Al pronunciar estas postreras voces
En las aguas la Ninfa se desploma.
Yo regreso á las naves, agro el pecho
Y la mente confusa y trastornada.
La noche, en tanto, con su denso velo
Nos encubrió y quedamos en la playa;