del Gobierno Provisional de Cartagena, con los Cónsules extranjeros, menos el francés, pasó a bordo del Federico Carlos para pedir al Comodoro explicaciones de su conducta. Wernell se justificó diciendo que cuanto había hecho tuvo por causa el bombardeo de Almena, y se negó a poner en libertad a Contreras.
Cuando se conoció en Cartagena lo manifestado por el Comodoro Wernell prodújose, según me contaron luego, inmensa emoción. El Gobierno Provisional, reunido en sesión permanente, debatió la conducta que procedía seguir ante tan grave conflicto. El cartero Sáez, gobernador del castillo de Galeras, pidió que se rompieran las hostilidades contra el Imperio Alemán, actitud temeraria que el joven Cárceles defendió con verdadero frenesí.
Todo aquel día y el siguiente el pueblo invadió las calles pidiendo, con destempladas voces, la guerra a todo trance y asegurando que así había de ser aunque fuera preciso sobreponerse para ello al Gobierno, a la Junta y a Cristo Padre. Acordada, al fin, la ruptura de hostilidades, se alistaron a toda prisa las fragatas Numancia y Méndez Núñez, las cuales, por la impericia de sus tripulantes, embarrancaron a la salida del puerto y costó Dios y ayuda ponerlas a flote. Preparáronse los barcos extranjeros para repeler el ataque. Los vecinos pacíficos se ausentaron de la ciudad.
Siguieron los tratos y regateos. Volvió Roque Barcia a bordo del Federico Carlos y le