mente la República Federal, se pasaban la mano extendida por el cuello mirando a los Ministros, como si recordaran el uso de la guillotina para castigar la debilidad, la cobardía o la traición. De esta insolencia no bien comprobada se habló toda la tarde, y alguien aseguró que tendría castigo severo. Pero Figueras y Pi quitaron importancia a la broma descortés, y nada se hizo.
Elegido Presidente interino de las Cortes Constituyentes fue don José María Orense, Marqués de Albaida. En la discusión del Reglamento ocurrieron incidencias graciosas. Un diputado protestó iracundo de que le llamaran Su Señoría; fue un descuido del Presidente, pues la Cámara había acordado que el único tratamiento fuera Ciudadano tal, Ciudadano cual... Otro padre de la Patria propuso la supresión de los maceros, que consideraba como un signo de atavismo repugnante. Y un tercero pidió en largo discurso que se tapizara con terciopelo de otro color el escaño de los Ministros, pues lo de banco azul recordaba los desafueros de la Monarquía... El día 7 se eligió la Mesa definitiva. Después de constituidas las Cortes, aprobaron una Ley declarando la República Democrática Federal como forma de Gobierno en España, y surgió una crisis, que era la cuarta en los fastos de aquella República.
No necesito decir que en mis tardes del Congreso me vi asaltado por nuevos y más engorrosos pretendientes, a los cuales mi furibundo altruismo colmaba de risueñas espe-