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CAPÍTULO XVII.

estaciones, y los limites de la habitacion de cada pueblo,

27 queriendo con esto que buscasen á Dios, por si rastreando. y como palpando, pudiesen por fortuna hallarle, como quiera que no está léjos de cada uno de nosotros.

28 Porque dentro de él vivimos, nos movemos y existimos; y como algunos de vuestros poetas dijeron: Somos del linage ó descendencia del mismo Dios.

29 Siendo pues nosotros del linage de Dios, no debemos imaginar que el Ser divino sea semejante al oro, á la plata, ó al mármol, de cuya materia ha hecho las figuras el arte é industria humana.

30 Pero Dios, habiendo disimulado ó cerrado los ojos sobre los tiempos de esta tan grosera ignorancia, intima ahora á los hombres que todos en todas partes hagan penitencia,

31 por cuanto tiene determinado el dia en que ha de juzgar al mundo con rectitud, por medio de aquel varon constituido por él, dando de esto á todos una prueba cierta, con haberle resucitado de entre los muertos.

32 Al oir mentar la resurreccion de los muertos, algunos se burlaron de él, y otros le dijeron: Te volveremos á oir otra vez sobre esto.

33 De esta suerte Pablo salió de en medio de aquellas gentes.

34 Sin embargo algunos se le juntaron, y creyeron, entre los cuales fue Dionysio el areopagita, y cierta muger llamada Dámaris, con algunos otros.