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La ciudad de Dios

poco podría persuadirae que el pudor natural de una mujer honrada se transformaba con la divina en el extremo contrario, de modo que los que la adoraban la invocasen con tales honras, que cuando se dijesen semejantes denuestos contra alguno, y oyéndolo en vida no se tapara los oídos y huyera de tales insolencias, se corrieran y avergonzaran de ella sus deudos, marido é hijos. Y así esta madre de los dioses, que tuviera vergüenza aun el hombre más abandonado y miserable de haberla como madre propia, para apoderarse de los ánimos de los romanos buscó un hombre extremadamente bueno, no para hacerle tal con sus consejos y auxilio, sino para pervertirle con sus engaños: en todo, semejante, pues, á aquella mujer de quien dice la Escritura «que va pescando las preciosas almas de los hombres para que aquel ánimo dotado de un excelente natural, engreído con este divino testimonio y teniéndose por extremamente bueno, no buscase la verdadera piedad y religión, sin la cual cualquiera índole, aunque bueno, se desvanece y precipita con la soberbia». ¿Y cómo había de buscar aquella diosa, sino es cautelosamente, á un hombre tan justificado, cuando para sus ceremonias, aun las más sagradas, hace elección de aquellas que no gustan los hombres honrados se representen en sus banquetes?

CAPÍTULO VI Que los dioses de los paganos nunca establecieron doctrina para bien vivir De aquí se sigue necesariamente no vigilaban aquellos dioses en la vida y costumbres de las ciudades y naciones que los rendían culto; y esto sin duda lo eje-