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San Agustín

sentase ó compusiese versos que causasen nota ó infamia á alguno. Sabia constitución es esta seguramente, mediante á que debemos tener nuestra vida sujeta á la decisión jurídica y sus legítimas determinaciones, y no á los gracejos y ficciones de los poetas; demás de esto, tampoco debemos oir ignominia alguna de boca de otro, sino de modo que podamos contestar y defendernos en juicio»». Estas expresiones me pareció conveniente sacarlas de Ciceron en el dicho libro IV, dejando algunas expresiones como están, ó mudándolas algún tanto para que se entiendan mejor, porque importan mucho, para lo que voy á explicar, ai tuviese capacidad para ello.

Añade Cicerón después otras particularidades, y concluye el asunto propuesto manifestando que los antiguos romanos aborrecieron de que á ninguno en vida le alabasen ó vituperasen en el teatro. Pero esta libertad, como ya dije, los griegos (aunque con menos pudor y más proporción) quisieron permitirla, advirtiendo que sus dioses gustaban se representasen en las fábulas escénicas las ignominias y abominaciones, no sólo de los hombres, sino también de los dioses, ya fuesen ficciones de poetas, ya fuesen verdaderas maldades de los dioses las que recitaban en los teatros, y ojalá que á sus adoradores les pareciesen sólo dignas de reirse de ellas, y no de imitarlas! Fué sin duda demasiada soberbia y atrevimiento perdonar á la fama de los principales ciudadanos, cuando sus dioses quisieron no se perdonase á au propio honor; porque las razones que alegan en su defensa, y están reducidas á significar no es cierto lo que dicen contra sus dioses, sino falso y fingido; por el mismo hecho es mayor maldad, si atendéis al respeto que se debe á la religión. Y si consideráis la malicia de los demonios, ¿qué espíritus puede haber más astutos ni cautelosos para engañar? Pues cuando se propala una expresión injuriosa contra un príncipe que es bueno y útil.