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San Agustín

por infames los actores y los dioses, y al mismo tiempo se honre á los autores? ¿Acaso en este particular hemos de dar la gloria al griego Platón, quien, fundando una ciudad tal cual era conforme á razón, fué de parecer se desterrasen de ella los poetas como enemigos de la tranquilidad pública? Platón no pudo sufrir las injurias que se hacían á los dioses; pero tampoco quiso que se estragasen los ánimos de los ciudadanos con ficciones y mentiras. Cotejemos ahora la humanidad de Platón, que destierra á los poetas de la ciudad porque no seduzcan á los ciudadanos con falaas imágenes, con la divinidad de los dioses, que desean y piden que los honren con los juegos escénicos. Platón, aunque no lo persuadió, con todo, disputando sobre estos puntos y atendiendo á la disolución y lascivia de los griegos, aconsejó que no se escribiesen semejantes obscenidades.

Pero los dioses, mandándolo expresamente, obligaron con toda su autoridad y aun hicieron que la gravedad y modestia de los romanos les representase tales funciones; y no se contentaron precisamente con que se les recitase semejantes torpezas, sino que quisieron se las dedicasen y solemnemente se las celebrasen. ¿Y á quién con más justa causa debía mandar la ciudad romana se tributasen honores como á dios, á Platón que prohibía estas maldades y abominaciones, ó á los demonios que gustaban de estos delirios de los hombres, á quienes Platón no pudo desengañar, ni persuadir la verdad?

Fundado en estas razones, Labein opinó que debíamos colocar y contar á Platón entre los semi—dioses, como á Hércules y Rómulo; y respecto de los semi—dioses, pospone ó coloca en el orden siguiente á los héroes, aunque á unos y otros numera entre los dioses; pero á Platón, que llama semi—dios, no dudo debe ser preferido y antepuesto no sólo á los héroes, sino á los mismos dioses. Las leyes de los romanos corresponden de algún