Página:La ciudad de Dios - Tomo I.pdf/124

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
106
San Agustín

atenienses que les prestasen las leyes de Solón, aunque de éstas tampoco usaron del modo que las hallaron escritas, sino que procuraron corregirlas y mejorarlas conforme á sus usos; no obstante que Licurgo fingió había dispuesto las leyes que dió á los lacedemonios con autoridad del oráculo de Apolo, lo cual, con justa razón, no quisieron creer los romanos, y por eso no las admitieron en todas sus partes. Numa Pompilio, que sucedió á Rómulo en el reino, dicen que promulgó algunas leyes, las cuales no eran suficientes para el gobierno de su estado, y al mismo tiempo estableció varias ceremonias correspondientes al culto religioso; pero no aseguran que estos estatutos los recibiesen de mano de sus dioses: así éstos no cuidaron de que sus adoradores no poseyesen los vicios del ánimo, de la vida y de las costumbres, que son tan grandes, que algunos doctos romanos afirman que con estos males perecen las repúblicas, estando aun las ciudades en pie; antes, si procuraron, como dejamos probado, el que se acrecentasen.

SAN AGUSTIN



CAPÍTULO XVII

Del robo de las sabinas y de otras maldades que reinaron en Ruma, aún en los tiempos que tenían por buenos.


Pero diremos acaso que el motivo que tuvieron los dioses para no dar leyes al pueblo romano fué, porque, como dice Salustio, la justicia y equidad no reinaba entre ellos más por las leyes que por su buen natural; y yo creo que de esta justicia y equidad provino el robo de las sabinas; porque ¿qué cosa más justa y más santa hay que engañar á las hijas de sus vecinos, bajo el pre-