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San Agustín

de la república, y que aun podría decir más, á no estar confirmado y fuera de toda ambigüedad que era falso el principio de que sin justicia podía regirse un pueblo, así como era cierto é incontestable el otro, de que es imposible gobernar una república sin una recta justicia. Y habiendo diferido la resolución de esta cuestión para el día siguiente, en el tercero libro se trató de esta materia copiosamente, refiriendo los debates y disputas que ocurrieron para su decisión. El mismo Pilo siguió el partido de los que opinaban era imposible regir la república sin injustícia, justificándose en primer lugar para que no вe creyese que él realmente era de este parecer, y disputó con mucha energía en favor de la injusticia y contra la justicia, dando á entender quería manifestar con ejemplos y razones verosímiles que aquella era importante á la república, y ésta inutil. Entonces Lelio, á súplica de los senadores, principiando á defender con nervio y eficacia la justicia, ratificó, y aun aseguró cuanto pudo la opinión contraria, hasta demostrar que no había cosa más contraria al régimen y conservación de una ciudad que la injusticia, y que era absolutamente imposible gobernar un Estado y hacer que perseverase en su grandeza sino operando con una justicia recta. Examinada y ventilada esta cuestión por el tiempo que se creyó suficiente, volvió Scipión al mismo asunto que había dejado, tornando á repetir y elogiar su concisa definición de la república, en la que había sentado que era un bien inutil al pueblo; y resuelve que pueblo no es cualquiera congreso que compone la multitud, sino una junta concordada unánimemente y sujeta á unas mismas leyes y bien común.

Después demuestra cuánto importa á la definición para las disputas, y de sus definiciones colige que entonces es república; esto es, bien útil al pueblo, cuando se gobierna bien y concordemente, ya sea por un rey, ya por