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La ciudad de Dios

zá entonces tampoco vivía por el rigor de las costumbres, sino que estaba pintada con ballos colores, la cual, aun el mismo Cicerón, ignorándolo cuando la celebraba y prefería lo expresó; pero en otro lugar hablaremos de esto, queriendo Dios, procurando manifestar á su tiempo conforme á las definiciones del mismo Cicerón, en qué breves razones explicó lo que era república y lo que era pueblo, en persona de Scipión, conformándose con él otros muchos pareceres, ya fuesen suyos ó de los que introduce en la misma disputa, donde sostiene que aquella nunca fué república, porque jamás hubo en ella verdadera justicia; más según las definiciones más probables en su clase, fué antiguamente república y mejor la gobernaron y administraron los antiguos romanos que los que se siguieron después: en atención á que no hay verdadera justicia sino en aquella república cuyo fundador, legislador y gobernador es Cristo, si acaso nos agrada el llamarla república, pues no podemos negar que ella es un bien util al pueblo: pero si este nombre que en otros lugares se toma en diferente acción ó significación, estuviese acaso algo distante del uso de nuestro modo de hablar, por lo menos la verdadera justicia se halló en aquella ciudad de quien dice la Sagrada Escritura: ¿Cuán gloriosas cosas están dichas de la ciudad de Dios? (1)



CAPÍTULO XXII

Que jamás onidaron los dioses de los romanos de que no se 08tragase y perdiése la república por las malas costumbres.


Por lo que respecta á la presente cuestión, por más famosa que digan fué, ó es la república, según el sentir (1) Salmo 89.