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La ciudad de Dios

continenti del campo donde estaba alojado el ejército, y al día siguiente volvió aun más conmovido ó espirituado, y dando terribles voces, dijo: que el Capitolio se había quemado, lo que era positivo, aunque era muy fácil que el demonio lo hubiese previsto y manifestado luego. Pero es digno de advertir lo que hace principalmente á nuestro propósito, y es, bajo de qué dioses gustan estar los que blasfeman del Salvador, que es quien pone en libertad las voluntades de los fieles, sacándolas de la sujeción y dominio de los demonios. Dió voces el hombre, adivinando, tuya es la victoria, Sila; y para que se creyese que lo decía con espíritu divino, anunció también lo que era contingente sucediese y después acaeció, estando, sin embargo, muy distante aquel por quien el espíritu hablaba; pero no dió voces, diciendo: guérdate de cometer maldades, Sila, las que siendo vencedor cometió en Roma tan horribles y abominables, el mismo que en el hígado del becerro, por singular señal de su victoria, tuvo la visión de la corona de oro. Y si semejantes señales acostumbraran á dar los dioses buenos y no los impíos demonios, sin duda que en las entrañas de la víctima prometerían primero abominables males y muy perniciosos al mismo Sila; en atención á que la victoria no fué de tanto interés y honor á su dignidad cuanto fué perjudicial á su codicia, con la cual sucedió que, abarcando con ella demasiadamente ensoberbecido y ufano con las prosperidades, importó más la ruina y muerte que causó á sí mismo en sus costumbres, que el estrago que hizo á sus enemigos en sus cadáveres y bienes. Estos fatales acaecimientos, que verdaderamente son tristes y dignos de lágrimas, no los anunciaban los dioses ni en las entrañas de las víctimas sacrificadas, ni con agüeros, sueños ó divinaciones de alguno, porque más temían que se corrigiese que no que fuese vencido, antes si, procuraTOKO I.

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