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San Agustín

pios autores no dudaron de decir y escribir, que muchos años antes de las guerras civiles se había perdido la República romana con las perversas costumbres de sus ciudadanos, y que no había quedado sombra de República antes de la venida de nuestro Señor Jesucristo; cuya perdición no imputan á sus dioses los que atribuyen á Cristo los males transitorios y temporales con que los buenos, ya vivan, ó ya mueran, no pueden perderse. Habiendo nuestro gran Dios dado tantos preceptos contra las malas costumbres y en favor de las bue nas, y no habiendo tratado sus dioses negocio alguno por medio de semejantes preceptos con el pueblo que los adoraba, para que aquella República no se perdiese, antes corrompido las mismas costumbres con su ejem plo y detestable autoridad, hicieron que totalmente se perdiese, de la cual (á lo que percibo) ninguno se atreviera ya á decir que se perdió entonces, porque se marcharon todos los dioses, desamparando los sagrarios y las aras como afecto a las virtudes, y ofendidos de los vicios de los hombres; pues por tantas señales de sacrificios, agüeros y adivinaciones con que deseaban recomendar su divinidad y presciencia, y dar á entender conocían lo futuro y favorecían en las guerras, quedan convencidos de que estaban presentes; y ai de veras se hubieran ido, sin duda con más piedad y clemencia se hubieran portado los romanos en las guerras civiles, aunque no se lo inspirasen las instigaciones de los dioses, y sí sólo sus pasiones y deseos ambiciosos.