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La ciudad de Dios

CAPÍTULO XXVI

De los avisos y consejos secretos que dieron los demonios tocante á las buenas costumbres, aprendiéndose por otra parte públicamente todo género de maldades en sus solemnidades.


Siendo esto así, y habiéndose manifestado públicamente las torpezas, juntas con las crueldades y airentas de los dioses, y sus crímenes, ó verdaderos ó fingidos, pidiéndolo ellos mismos y enojándose si no se ejecutaban, teniéndolos consagrados en ciertas solemnidades y habiendo pasado tan adelante que los han propuesto en los teatros á vista de todo el concurso como dignos de ser imitados, ¿qué cosa es que estos mismos demonios, que en semejantes deleites se entremeten y confiesan que son espíritus inmundos y que sus crímenes y maldades, ya sean verdaderas ó ya fingidas, y con apetecer que se las celebren, rogándoselo á los disolutos, y consiguiéndolo por fuerza de los modestos, se declaran ser autores de la vida disoluta y torpe? Con todo, se asegura que allá en sus sagrarios y en lo más secreto de sus templos, dan algunos preceptoa para practicar las buenas costumbres á algunas personas como escogidas, predestinadas ó consagradas á su deidad; y si esto fuese cierto, por el mismo hecho se convence por más dolosa la malicia de los malignos espíritus: porque es tan poderosa la fuerza de la bondad y de la honestidad, que toda ó casi toda la naturaleza humana se conmueve con su alabanza, y jamás llega á tan torpe y viciosa que del todo se estrague y pierda el sentido y gusto de la honestidad; en esta inteligencia, si la malignidad de los espíritus infernales no se transfigura en parte alguna (como nos lo advierte la