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San Agustín

sagrada escritara) (1) en ángel de luz, no puede salir con su pretensión, reducida únicamente á engañarnos; así que en lo público la impura y detestable torpeza por todas partes se vende á todo el pueblo con notable estruendo y rumor, pero en lo secreto la honestidad fingida apenas la oyen algunos pocos; la publicidad es para las cosas abominables y vergonzosas, y el secreto para las honestas y loables: la virtud está oculta y la maldad descubierta; el mal que se hace y practica apellida y convida á todos los que le ven, y el bien que se predica apenas balla alguno que le oiga, como si lo honesto fuera vergonzoso y lo torpe digno de gloria. ¿Pero á donde se obra tan impiamente sino en los templos de los demonios? ¿En los tabernáculos de los embustes y engaños? Pues lo primero lo ejecutaron para coger y prender á los virtuosos y honestos, que son pocos en número, y lo segundo porque no se corrijan y enmienden los muchos que son torpes y viciosos. Dónde y cuándo aprendiesen sus escogidos los preceptos de la celestial honestidad, lo ignoramos. Con todo, en el fron tispicio del mismo templo adonde veíamos colocado aquel otro simulacro todos los que de todas partes concurríamos, acomodándonos donde cada uno podía estar mejor, con gran atención veíamos los juegos que se hacían; pero volviendo los ojos á un lado, observábamos la pompa, fausto y aparato de las rameras ó prostitutas, y volviéndolos á otro, veíamos la virgen diosa, y cómo adoraban humildemente á ésta, y celebraban delante de la otra tantas torpezas. No vimos allí algún mimo recatado y honesto, no alguna mujer escénica que manifestase alguna modestia ó pudor; antes sí, todos cumplían exactamente todos los oficios de deshonestidad é impureza. Sabían lo que agradaba al ídolo virginal, y (1) San Pablo, 2 ep. & los Corint., cap. II.