Página:La ciudad de Dios - Tomo I.pdf/153

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
135
La ciudad de Dios

representaban lo que la matrona más prudente podía llevar del templo á su casa. Algunas que eran más pundonorosas volvían los rostros por no mirar los torpes meneos de los escénicos, y teniendo pudor en ver el arte y dechado de las impurezas, le aprendían, reparándolo con disimulo; pues por estar los hombres presentes tenían vergüenza, y no se atrevían á mirar con libertad los ademanes y posturas deshonestas; pero al mismo tiempo no osaban condenar con ánimo casto las ceremonias sagradas de la deidad que reverenciaban.

En fin, representaban públicamente estas obscenidades para que se aprendiese en el templo aquello que para ejecutarlo, por lo menos en casa, se busca el apo sento más oculto; sería sin duda cosa extraña el que hubiera allí algún pudor en los mortales, para no cometer libremente las torpezas humanas que religiosamente aprendían delante de los dioses, habiendo de tenerlos airados si no procuraban representarlas en honra suya.

Porque ¿qué otro espíritu con secreto instinto mueve las almas perversas y depravadas, insta para que se cometan adulterios y se apacienta y complace en los co metidos, sino el que se deleita con semejantes juegos escénicos, poniendo en los templos los simulacros de los demonios y gustando en los juegos de las imágenes y retratos de los vicios, murmurando en lo secreto lo que toca á la justicia, para seducir aun á los pocos buenos, y frecuentando en lo público lo que nos excita á la torpeza, para apoderarse de infinitos malos?