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San Agustín

bertad del poder de los inmundos espíritus, los cuales colocaron sobre tus cervices el yugo de su ignominia para consagrarla á aí propios y celebrarla en su nombre. A los que representaban las culpas y crímenes de los dioses los excluiste de tus honores y privilegios; ruega, pues, al verdadero Dios que excluya de ti aquellos dioses que se deleitan de sus culpas, ó verdaderas, que es mayor ignominia, ó falsas, que es cosa maliciosa.

Bien que por lo que á ti respectaba, no quisiste que tuviesen parte en la ciudad los representantes y los eacénicos. Despierta y abre aun mas los ojos: de ningún modo se aplaca la Divina Majestad con los medios con que se desacredita y profana la dignidad humana.

¿Cómo, pues, piensan tener á los dioses que gustan de semejantes honras en el número de las santas potestades del Cielo, pues á los hombres por cuyo medio se les tributan estos honores, imaginaste que no merecían que los tuviesen en el número del más infimo ciudadano romano? ¿Adónde la victoria es la verdad? ¿Adónde la dignidad es la santidad? ¿Adónde la paz es la felicidad? ¿Adónde la vida es la eternidad? Mucho menos admite en su compañía semejantes dioses, ai tú en la tuya tuviste vergüenza de admitir á tales hombres.

Por tanto, si deseas alcanzar la ciudad bienaventurada, huye del trato y sociedad de los demonios. Sin razón é indignamente adoran personas honestas á los que se aplacan por medio de ministros torpes. Destierra á éstos y exclúyelos de tu compañía por la purificación cristiana, como excluiste á aquellos de tus honras yprivilegios, por la nota y reformación censoria y lo que toca á los bienes carnales, de los cuales solamente quieren gozar los malos, y lo que pertenece á los trabajos y males carnales, los cuales no quieren padecer solos.

Y como ni aun en éstos tienen estos demonios el poder que se imagina (y aunque le tuvieran, con todo, debe-