Página:La ciudad de Dios - Tomo I.pdf/173

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
155
La ciudad de Dios

desde la fundación de Roma hasta Augusto César, se reflere uno por gran milagro, concluída la primera guerra Púnica, en que pudieron los romanos cerrar las puertas de la guerra?



CAPÍTULO X

Si se debió desear que el imperio romano creciese con tan rabiosas guerras, pudiendo estar no sólo quieto, sino seguro, con la traza con que creció en tiempo de Numa.


Responderán acaso que el imperio romano no podía extender tanto por todo el mundo su dominio, y ganar tan grande gloria y fama, sino es con las guerras continuas, sucediéndose sin interrupción las unas á las otras. Graciosa razón por cierto: para que fuera dilatado el imperio, ¿qué necesidad tenía de ser inquieto?

Pregunto: en los cuerpos humanos, ¿no es más conveniente tener una pequeña estatura con salud, que llegar á una grandeza gigantesca con perpetuas aflicciones, y cuando hayáis llegado, no descansar, sino vivir con mayores males cuando son mayores los miembros? ¿Y qué mal hubiera sido, ó qué bien no hubiera sucedido, si duraran aquellos tiempos que notó Salustio, cuando dice: «Al principio los reyes (porque en el mundo este fué el primer nombre que tuvo el mando y el imperio) fueron diferentes: unos ejercitaban el ingenio, otros el cuerpo, los hombres pasaban aun su vida sin codicia, y cada uno estaba sobradamente con lo suyo.» ¿Acaso para que creciera tanto el imperio fué necesario lo que abomina Virgilio, diciendo «que á poco vino la edad peor y achacosa, y sucesivamente la rabia de la guerra y la ansia de poseer»? Mas segura.