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San Agustín

los suyos, mas no temerla; las otras, casadas con los que andaban actualmente en la guerra, temían, cuando iban sus maridos á ellas, las muertes de sus padres, y cuando volvían se lamentaban sin poder temer ni sentir libremente, porque por las muertes de sus ciudadanos, padres, deudos y hermanos, ó piadosamente se entristecían, ó por las victorias de sus maridos cruelmente se alegraban. A estas tristes circunstancias se añadía que, como son varios los sucesos de la guerra, algunas, al filo de la espada de sus padres perdían á sus maridos, y otras con las espadas de los unos y de los otros, los padres y los maridos; no fueron tampoco de poco momento los terribles aprietos y peligros que sufrieron los romanos, pues llegaron sus enemigos á poner cerco á la ciudad, defendiéndose los sitiados á puertas cerradas; pero habiéndolas abierto por traición y entrado el enemigo dentro de los muros, se dió aquella tan abominable y cruel batalla en la misma plaza entre los suegros y los yernos, en la que iban también de vencida los raptores, y á veces huyendo á sus casas deslustraban más gravemente sus pasadas victorias, annque á la misma manera fueron éstas vergonzosas y lastimosas. Aquí fué donde Rómulo, desahuciado ya del valor de los suyos, hizo oración á Júpiter pidiéndole hiciese que se detuviesen y parasen los suyos; de donde le vino á Júpiter el nombre de estator. Ni con esta providencia se hubieran acabado tantos daños, si las mismas robadas, desmelenadas, no se pusieran de repente por medio, y postradas á los pies de sus padres no aplacaran su justo enojo, no con las armas victoriosas, sino con piadosas y humildes lágrimas, Tranquilizados los ánimos y acordados por ambas partes los conciertos, Rómulo fué obligado á admitir por socio en el reino Tito Tacio, rey de los sabinos, siendo así que antes no había podido sufrir la compañía de su herma-